martes, 23 de julio de 2013

Llegar a lo que somos


El sonido del tiempo gritando para ser escuchado y mientras tanto la soledad encargada de atravesar mi cuerpo. Muchas horas bajo un mismo latido violento, pero quizás la negativa de una escucha hizo del tiempo un mero aliado de la nada. 
Nada permanece inalterable y eso es lo que hace que todo funcione, aunque funcionar no sea sinónimo de éxito sino de continuidad. Tras varios años parada viendo el mundo girar, llega la necesidad de un punto de inflexión en todo ello. Resulta interesante plantearse cambios, ya que el concepto de cambio siempre lleva asociado temor y miedo. La repetición de estrategias, exitosas o no, nos lleva a situarnos en una zona de alto control y eso determina que permanezcamos en ella de un modo inconsciente. Llegar a lo que somos resulta más complicado que todo ello, es un trabajo de tiempo pesado y espacio largo. El susurro de los recuerdos reaparece repetidamente, hasta que resulta complicada la acumulación de tantos pesos. 
Años esperando ver respuestas, respuestas que yo misma construí previamente de una mundo inexistente. Proyectamos personas, emociones, sensaciones e incluso planes pero a veces es sólo eso, una mera proyección en la que queremos creer porque es lo que nos mantiene unidos a algo distinto o incluso idílico, nuestro algo creado inconscientemente en una nada no real. Ser una sombra o un espectro  te convierte en una ausencia y eso marcará parte de lo que tu eres. He tenido esa sensación fantasmagórica en algunas ocasiones, y quizás fuesen mis proyecciones las que evitaron personificarme. Es complicado, sólo eso, pero resulta una complicación difícil de llevar cuando el sistema límbico está activado. La realidad en la que vivimos no siempre es la que proyectamos, en ocasiones  hacemos de dos realidades caminos paralelos que nunca llegan a juntarse. He sentido ese cruce de vías,  y en ese tiempo no he  pertenecido a ninguna de ellas, sino a una vía no creada, sin espacio en el tiempo. 


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