domingo, 29 de diciembre de 2013
Para despedir el 2013
viernes, 20 de diciembre de 2013
Enamorarse del arte
viernes, 29 de noviembre de 2013
Nunca te conformes en la vida. Actúa.
jueves, 28 de noviembre de 2013
Soy dueño de mi destino...
"Más allá de la noche que me cubre negra como el abismo insondable, doy gracias a los dioses que pudieran existir por mi alma invicta. - En las azarosas garras de las circunstancias nunca me he lamentado ni he pestañeado. - Sometido a los golpes del destino mi cabeza está ensangrentada, pero erguida. - Más allá de este lugar de cólera y lágrimas donde yace el Horror de la Sombra, la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo. - No importa cuán estrecho sea el portal, cuan cargada de castigos la sentencia, soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma". William Ernest Henley: Invictus. Las dificultades y conflictos de la vida, son para todos los seres humanos prácticamente similares.
La enfermedad, la muerte, la vejez, las perdidas, el dinero, los reveses, los desastres y accidentes, presentan los mismos problemas a todas las personas por igual. Muchas de ellas, consiguen escapar del desánimo y el abatimiento que los inmoviliza y de la amargura al enfrentarse a complicadas situaciones, mientras muchas otras se desploman, se dan por abatidas y se colapsan. Los humanos más inteligentes y mas difíciles de encontrar, son aquellos que no miden la felicidad por la ausencia de problemas.
En cualquier momento difícil de la vida, debemos de confiar en nuestra capacidad emocional para hacernos cargo de nosotros mismos y escoger radicalmente, nuestra manera de sentir ante la ira, el miedo, el dolor, el odio, etc. Elegir en definitiva la actitud personal que debemos adoptar ante el destino. La vida puede que no sea un camino de rosas, pero mientras seamos fieles a nuestra libertad interior, seremos NOSOTROS EXCLUSIVAMENTE, los dueños y responsables de modificar el dolor que generen las espinas. De nuestra elección dependerá SIEMPRE, salir airosos o esperar derrotados.
lunes, 18 de noviembre de 2013
Carta de despedida
CARTA DE DESPEDIDA (GABRIEL GARCIA MARQUEZ).
"Si por un momento Dios se olvidará de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más. Entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen, escucharía cuando los demás hablan y ¡cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, una canción de Serrat sería la serenata.
Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de suspétalos…
Dios mío si yo tuviera un trozo de vida… no dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero que la quiero. Convencería a cada hombre o mujer de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres… he aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas las cosas que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas. Si supiera que hoy es última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que ésta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos momentos que te veo, diría TE QUIERO y no asumiría tontamente que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesites, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles lo siento, perdóname, por favor, gracias y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos cuánto te importan".
jueves, 14 de noviembre de 2013
Automatización humana.
Observar personas inmersas en sus vidas, su tecnología, sus pensamientos y sus mentes vacías simplemente llevadas por la rutina de la vida. Nadie mira al compañero de la lado para saber como es, nadie siente curiosidad por el pasajero de en frente, porque ya eso es secundario, nuestro egocentrismo y nuestras vidas nos impiden ver más allá. Ni una mirada, ni una sonrisa, ni un sólo gesto de seres sociales. Estamos automatizados hasta el último rincón de nuestro tiempo, hasta el último segundo de nuestro espacio.
martes, 12 de noviembre de 2013
El amor es cerebral
«Los sentimientos no se generan en el corazón, sino en el cerebro». Así de tajantes se muestran los expertos en neurociencia al explicar la esencia del amor, un sentimiento universal, profundo y contradictorio al que cuesta tanto renunciar, como resistirse. En los últimos años, diversos estudios científicos han demostrado que el enamoramiento se produce debido a la acción de ciertas hormonas, como la serotonina o la dopamina, que anulan el pensamiento crítico y crean la irremediable necesidad de volver a ver a la persona amada, o como la oxitocina, que se libera durante el orgasmo y se vincula con las relaciones duraderas y la monogamia.
«Los sentimientos no se generan en el corazón, sino en el cerebro», explica Javier Cudeiro, catedrático de Fisiología Humana y director del grupo de Neurociencia y Control Motor de la Universidade da Coruña (Neurocom), quien asegura que el amor actúa como una droga, puesto que «produce el mismo efecto sobre el organismo» y que, además, es ciego, porque «suprime la actividad en áreas del cerebro que controlan el pensamiento crítico». «Varios estudios científicos han demostrado que, cuando los seres humanos se enamoran, la parte frontal del cerebro, que es donde se generan los juicios de valor, reduce su capacidad de evaluar el carácter y la personalidad del ser amado», señala Cudeiro, y va un paso más allá: «Tanto el llamado amor romántico como el amor maternal producen el mismo efecto sobre esa región cerebral, suprimiendo la actividad neuronal asociada a la evaluación crítica del prójimo y a las emociones negativas», destaca el experto.
Pero ¿qué otro tipo de alteraciones produce el amor sobre la actividad cerebral de los seres humanos? Según un reciente estudio realizado por el University College de Londres, el amor puede provocar reacciones químicas similares a las que generan las drogas e, incluso, la velocidad. «A quienes comparan el amor con una droga no les falta razón, porque cuando se está en compañía de la persona amada se segrega una hormona, la dopamina, que produce sentimientos de satisfacción y de placer y que, por lo tanto, es la causante del enamoramiento y de que se sienta la irremediable necesidad de volver a ver a ese hombre o a esa mujer», apunta el catedrático de Fisiología Humana de la Universidad de Coruña.
Definición
El diccionario de la Real Academia Española (RAE) define el amor como «un sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser». Para los investigadores del University College de Londres es, no obstante, algo más simple. «Una adicción química entre dos seres humanos», señalan los expertos londinenses, quienes aseguran que, cuando existe enamoramiento de verdad se dan, en mayor o menor medida, una serie de circunstancias comunes, como la atracción física, el apetito sexual o el afecto y el apego duradero.
A este último aspecto contribuyen, sobremanera, dos hormonas, la oxitocina y la vasopresina, que se liberan para que el útero se contraiga durante el parto y que, también, intervienen en la química del enamoramiento.
«Varios estudios han demostrado que personas que llevan más tiempo enamoradas poseen también zonas ricas en oxitocina y vasopresina, dos hormonas que se liberan, generalmente, durante el orgasmo y que se vinculan con las relaciones a largo plazo y con la monogamia», explica Javier Cudeiro, quien además indica que, sobre este último aspecto, se ha realizado un experimento en ratones con resultados «muy interesantes».
«Una investigación con dos especies de ratones, los de la pradera y los del pantano, ha desvelado que la monogamia puede tener una base genética, ya que la implantación de un único gen de ratones monógamos en el cerebro de ratones promiscuos, consigue cambiar su comportamiento y convertirlos en fieles a sus parejas», apunta el catedrático de Fisiología Humana y director del grupo de Neurociencia y Control Motor de la Universidade da Coruña, e inmediatamente añade: «Este estudio podría dar una orientación para explicar por qué algunos seres humanos no se comportan igual que otros en sus relaciones de pareja».
El experimento al que se refiere el catedrático coruñés —realizado por científicos de la Universidad de Emory, en Atlanta (Estados Unidos), y publicado en la prestigiosa revista Nature—, es bastante explícito. Los investigadores estudiaron el comportamiento de dos tipos diferentes de ratones, unos muy sociables (de la pradera) y otros comportamientos más individualistas (los del pantano). Los primeros son monógamos, forman parejas para toda la vida y se encargan, conjuntamente, de cuidar a sus crías. Los segundos, por el contrario, son promiscuos, se desentienden de su descendencia y después de fecundar a una hembra, buscan inmediatamente otra.
Transferencia de genes
Los ratones monógamos poseen en su cerebro muchos receptores de vasopresina, por lo que son capaces de recordar los momentos buenos que han pasado con su pareja y crear un vínculo más fuerte con ella. Los promiscuos, sin embargo, carecen de esos receptores, por lo que son incapaces de recordar la unión con la hembra.
Lo que hicieron los investigadores de la Universidad de Emory fue transferir un único gen del cerebro de un ratón macho monógamo al cerebro de otro ratón macho, aunque en este caso, de los de la especie promiscua. Así consiguieron que el animal promiscuo abandonara la poligamia para mantener relaciones exclusivas con una pareja.
El gen transferido por los científicos estadounidenses al cerebro del ratón promiscuo fue, precisamente, el que codifica los receptores de la vasopresina, de ahí el cambio de actitud sexual del animal en cuestión.
Javier Cudeiro insiste en que ese experimento en ratones ha despertado «un gran interés» por el significado que pueda aportar a las relaciones humanas, donde la infidelidad afecta a entre un 15% y un 75% de las parejas estables, según han demostrado diversos estudios.
«Si se extrapolan los resultados del experimento realizado por los investigadores de la Universidad de Emory a las relaciones humanas, descubrimos que la variación de genes apreciada en esas dos especies de ratones puede ser similar a las variaciones que se aprecian en los seres humanos», apunta el catedrático coruñés.
La investigación llevada a cabo por los científicos estadounidenses podría explicar, además, algunos trastornos del comportamiento como, por ejemplo, el autismo —en el cual también podría estar implicado el gen transferido a los ratones promiscuos— o influir, incluso, en ciertos rasgos del carácter como la timidez o la extroversión.
Estar enamorado afecta 12 áreas diferentes del cerebro
Olvídese de las mariposas en el estómago. De sentir nervios y de morderse las uñas esperando esa llamada.
Un estudio demuestra que el proceso de enamoramiento es mucho más que esas típicas reacciones y que desencadena una actividad química que involucra a 12 áreas intelectuales del cerebro.
El trabajo lo realizó Stephanie Ortigue, del Departamento de Psicología de la Universidad Syracuse, en Nueva York, quien hace tiempo viene investigando la relación entre sentimientos tan humanos como el amor o la pasión, y su relación con la actividad cerebral.
Su objetivo es elaborar modelos clínicos que expliquen –y demuestren– que el organismo reacciona de formas específicas a distintos sentimientos. Para ello, analizó miles de estudios sobre técnicas de imágenes, electroencefalogramas, tomografías computadas, entre otras, y revisó la historia clínica de los pacientes, con el fin de identificar zonas del cerebro asociadas con distintos tipos de amor: desde el que siente una madre por su hijo hasta el amor entre personas con discapacidades.
En la conclusión del estudio, publicado en la Journal of Sexual Medicine, Ortigue afirma que además de sustancias como la dopamina y la oxitocina que -se sabe hace tiempo- tienen que ver con el amor, este meta análisis demuestra que diferentes tipos de amor involucran a distintas partes del cerebro. Y que hasta 12 áreas cerebrales reaccionan de especial modo ante este sentimiento, incluidas aquéllas relacionadas con la capacidad intelectual.
“Al enamorarse, un individuo pone en acción una docena de áreas cerebrales. Estas zonas trabajan en forma coordinada y liberan moléculas neurotransmisoras como dopamina y adrenalina, lo que genera distintas respuestas emocionales”, explicó Ortigue.
Estas respuestas emocionales complejas van desde metáforas sobre el ser amado e ideas sobre la imagen corporal hasta la tradicional aceleración cardíaca al ver llegar al ser querido. “El amor es algo tan complejo que trabaja en forma general, sobre el cuerpo y el metabolismo”, afirma Ortigue.
Ante esta evidencia, la experta dice que habría que reconsiderar toda la iconografía que adjudica al romántico corazón el rol central en el proceso del amor y tal vez reemplazarla por una imagen del cerebro.
El amor incondicional que suele sentir una madre por su hijo, parece afectar partes del cerebro distintas a las que son impactadas por el amor ocasional, el que existe entre personas con capacidades diferentes o el estable amor de pareja.
En sus resultados, la investigadora explica que el enamoramiento, el sentimiento de amar, desencadena esta catarata de reacciones que suelen ir acompañadas, al menos en los primeros tiempos, de una sensación de increíble euforia. También afirma que aunque el proceso de enamoramiento lleva su tiempo, cuando se encuentra el amor, este mecanismo se desencadena en apenas un segundo.
Este maravilloso impacto en la actividad cerebral, según Ortigue, es el que es posible medir con la tecnología moderna.
El corazón no tiene nada que ver, las emociones están almacenadas en el cerebro, el corazón es un órgano que solo sirve para bombear la sangre al cuerpo [no siente emociones] solo que algunos escritores y poetas con la finalidad de adornar sus obras, hacen alusión al corazón pero en serio el cerebro y el corazón son órganos totalmente distintos
¿Sabías que el cerebro pesa un promedio de 1380 gramos en el hombre y 1250 en la mujer?
Contiene unos 100.000 millones de neuronas, cifra aproximada al de las estrellas de nuestra galaxia. Y sus casi 100 trillones de interconexiones en serie y en paralelo proporcionan la base física que permite el funcionamiento cerebral. El cerebro humano es el órgano más complejo y fascinante que existe en el universo. Piense en las siguientes funciones cerebrales:- Es capaz de reflexionar sobre sí mismo.- Controla el rápido movimiento de la mano de un pianista interpretando una melodía. - Integra el estímulo visual en tres dimensiones, recibiendo los impulsos luminosos sobre una retina plana. El cerebro humano no es el más grande. Las ballenas y elefantes lo tiene mayor. Pero si tienen el mayor cerebro proporcionalmente al peso corporal. En los últimos 3 millones de años de la evolución el cerebro humano ha crecido enormemente. Ello tiene relación con la bipedestación. Algunas áreas del cerebro como las partes anteriores (lóbulos frontales) y laterales (parietales) han crecido más que otras. Existe la tendencia a comparar al cerebro con los constructos electrónicos del hombre. No se debe hacer, pues se suele caer en demagogia y alguna que otra falacia argumental. No existe base científica que logre demostrar sin margen de error que los datos de las comparaciones sean fiables al 100%, por lo que esos estudios son estimaciones por comparación entre conceptos equivalentes. Si bien las equivalencias pueden llegar a satisfacer los requerimientos de ciertos científicos, ellos mismos reconocen sus límites a la hora de entender el funcionamiento exacto del cerebro.
En fin el cerebro es el órgano mas maravillo que el humano pueda poseer.
Fuente: Psicología de la salud.
martes, 5 de noviembre de 2013
Psicólogo
Querer / amar
domingo, 3 de noviembre de 2013
Tener éxito
Reír a menudo y mucho; ganar el respeto de gente inteligente y el cariño de los niños, conseguir el aprecio de críticos honestos y aguantar la traición de falsos amigos; apreciar la belleza; encontrar lo mejor en los demás; dejar el mundo un poco mejor, sea con un niño saludable, una huerta o una condición social redimida; saber que por lo menos una vida ha respirado mejor porque tú has vivido. Eso es tener éxito.Ralph Waldo Emerson".
sábado, 2 de noviembre de 2013
sábado, 19 de octubre de 2013
Facebook y su influencia
Día del cáncer de mama
jueves, 17 de octubre de 2013
martes, 15 de octubre de 2013
El elefante encadenado
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales... Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante
siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.
Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro... Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.
Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza...
Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos. Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.
Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosostros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.
Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos: No puedo y nunca podré.
Jorge Bucay
lunes, 7 de octubre de 2013
Tecnología y relaciones
sábado, 5 de octubre de 2013
viernes, 4 de octubre de 2013
Día de la risa
Amor
jueves, 3 de octubre de 2013
miércoles, 2 de octubre de 2013
La felicidad
martes, 1 de octubre de 2013
Cuestión de prioridades
lunes, 30 de septiembre de 2013
domingo, 29 de septiembre de 2013
La neuroanatomía del amor
El amor siempre ha sido un tema misterioso, una de las experiencias más poderosas que experimentamos, buscando muchas veces las respuestas a nuestros interrogantes en la literatura clásica como la poesía o la filosofía. Pero desde hace tiempo, los científicos se han preocupado por investigar qué sucede en nuestro cerebro cuando nos enamoramos.
Helen Fisher, una de las antropólogas más prestigiosa de los EE.UU, es una de las científicas que más ha investigado sobre este tema, destacando en la biología del amor y la atracción. A continuación exponemos algunos de los resultados de sus numerosos estudios e investigaciones.
El Amor, ¿Impulso o emoción?
A partir de sus investigaciones Fisher ofrece una visión tripartita del amor que se originan en tres sistemas cerebrales básicos, interconectados:
-Impulso sexual. Se origina en el hipotálamo –zona relacionada con el hambre y la sed- despertando el deseo de experimentar con diferentes personas, de buscar a nuestras parejas.
-Amor romántico. Se origina en el cerebro reptiliano – zona responsable de los instintos básicos de supervivencia- y se produce cuando se libera dopamina. Se encuentra relacionado con la atracción sexual selectiva y el contacto y la exclusividad sexual. Puede resultar muy peligroso, ya que conlleva la experimentación de muchas alegrías si somos correspondidos o muchas tristezas si somos rechazados, además del carácter de posesión.
-Apego. Produce la activación del pálido ventral –relacionado con los sentidos del gusto y el placer. Constituyendo el cariño, ese lazo afectivo que sostiene a las parejas y va más allá de la pasión.
Así Fisher aseguró que “Algunas personas tienen sexo y luego se enamoran. Otras pueden enamorarse de alguien con quien nunca han tenido relaciones sexuales y con el que jamás tendrán sexo. Algunas pueden sentir un sentimiento de apego hacia un amigo y años después mirarlo con otros ojos. Todo depende de la persona”. Pero los tres sistemas cerebrales son importantes, ya que toda pareja debe intentar hacer cosas románticas, realizar actividades que incrementen el sentimiento de apego e intentar tener una buena vida sexual.
Además a partir de escáneres realizados a una muestra de voluntarios notó que la zona activada por el amor romántico se encontraba lejos de la parte emotiva cerebral, que conduciría posteriormente a afirmar que el amor no era una emoción, en contradicción a las creencias populares, considerándolo como un impulso fisiológico natural, similar al de comer o beber, existente por la necesidad de procrear, ya que las zonas activadas eran aquellas relacionadas con las motivaciones, la energía y la atención focalizada. Sería por lo tanto una motivación para transmitir nuestro material genético a la siguiente generación, destacando así su perspectiva evolucionista.
El amor es por lo tanto según los estudios llevados a cabo por Helen Fisher, un impulso que se ha desarrollado para favorecer el emparejamiento.
Y en la atracción…
¿Por qué nos gusta una persona en concreto y no nos sentimos atraídos por el resto?
En realidad la respuesta a esta pregunta aún está por descubrir, si es que llegamos a hacerlo. Lo único que se sabe es que en la atracción intervienen componentes culturales, así como químicos y genéticos. Incluso, Fisher menciona que nos enamoramos de personas que nos resultan misteriosas, que no conocemos bien. Ese toque de misterio muchas veces nos mantiene vivos para seguir descubriendo al otro y sorprendernos.
¿Es cuestión de química?
En sus investigaciones, Fisher observó en las imágenes del cerebro enamorado, dos regiones muy activas:
-El núcleo caudado. Región primitiva relacionada con el sistema de recompensa cerebral, la excitación sexual, las sensaciones de placer y la motivación para obtener recompensas. A partir de ella, discernimos qué actividad será más placentera o anticiparemos como nos sentiremos en determinadas circunstancias.
-El área tegmental ventral. Zona situada en el tronco cerebral que consiste en vías de dopamina. La dopamina es un neurotransmisor que controla los procesos de atención, la motivación y el cumplimiento de objetivos.
Así cuando nos enamoramos parece que elevamos nuestros niveles de dopamina y norepinefrina (controla los estados de euforia y la pérdida de apetito y sueño) y disminuimos la cantidad de serotonina en nuestro organismo, comportándose de manera similar a los procesos de adicción, ya que estas sustancias químicas son derivados naturales del opio. Por eso, conforme avanza el enamoramiento, se empieza a desarrollar cierta dependencia. Aunque más adelante las relaciones entre estos cambian y fluctúan, ya que ese estado de “drogadicción” no dura toda la vida.
Por lo tanto, según las investigaciones de Fisher el amor sería como un coctel de sustancias químicas y aunque nada de esto cambie cómo nos enamoramos o el sufrimiento que sentimos cuando se acaba una relación, nos ayuda a conocer un poco más algunas de las supuestas reglas que se esconden tras ese gran desconocido llamado amor.